sábado, 22 de octubre de 2022

Ultreia

Empieza mi último día en el Camino. Y empieza pronto, a las cinco y media estoy despierto con los ojos como platos. Me invade el cuerpo una emoción muy difícil de explicar. Es una mezcla de alegría por acabar, y al tiempo de pena porque se acaba. Es acordarme de los que habéis venido conmigo en la mochila, los que estáis y los que ya no están. Es un deseo enorme de pisar la plaza del Obradoiro y ver el sepulcro del Apóstol. Es... ser un pobre peregrino que da gracias por haber llegado hasta aquí. Gracias.

Me visto despacio, y saco del fondo de mi mochila una bolsa que ha venido conmigo todo el Camino. Es un pañuelo de mi madre. Hola mamá, hoy vamos a ver a Santiago. Me lo anudo al cuello. Inútil decir que se me escapa una lágrima, o dos.

Piso la calle. Chispea, me meto en una cafetería cercana al Hostal a tomar un café. A las ocho y poco me pongo en marcha, última etapa. Salgo de O Pedrouzo aún de noche, aunque ya va clareando. No llueve, el cielo contiene la respiración. El Camino vuelve a atravesar bosques de robles y castaños, en cada cruce de caminos un mojón indica el rumbo correcto, y la distancia. 19 kilómetros... 18... 17...




Hasta selfie - man está emocionado.




Las nubes se abren un instante, y el Camino me regala su último amanecer. Cuánto echaré de menos ver amanecer en el Camino...




A cada paso todo nos recuerda a los peregrinos que Santiago está cerca, muy cerca. El corazón late un poquito más deprisa a cada paso.




Atravieso las últimas aldeas, con sus iglesitas de piedra, y el mojón que me avisa de que apenas quedan 10 kilómetros hasta la plaza del Obradoiro.




Voy controlando el reloj, porque por nada del mundo quiero llegar antes que Belén, que ahora mismo vuela sobre raíles camino a Santiago. Paso el Monte do Gozo, y ya veo las primeras casas de la ciudad. El emocionómetro se dispara otra vez. Bajo el monte, y antes de darme cuenta estoy pisando Santiago. Como dice mi amiga Paloma al ver esta foto, la sonrisa se me sale de la cara. 




El reflejo del caminante en las calles de Compostela.





Voy recorriendo las calles de la periferia, hasta que me voy acercando al centro. Belén me ha avisado de que ya está allí. El corazón baila un chotis con mi alma, en un ladrillo.




Y por fin, al salir de una calle, veo asomar las imponentes torres de la catedral. Ya está, Dios mío. Ya está. Paso bajo un arco, suena una gaita, apenas puedo contener las lágrimas, beso mi pañuelo, y mis cansados pies pisan la Plaza del Obradoiro. Echo una mirada a la fachada de la catedral, y otra al centro de la plaza. Allí está. Me voy hacia ella, que parece distraída con un numeroso grupo de chicas muuuuuy ruidosas, tanto que sólo me ve cuando estoy a un palmo de ella. Y nos abrazamos, y lloro un llanto de 23 días, un llanto de más de 700 kilómetros. Es una emoción inmensa, que no puedo traducir a palabras. Me agacho, toco el suelo, avanzo hasta la catedral y toco sus viejas piedras como para asegurarme de que esto es verdad. Tardo un rato en volver a un estado normal (si es que tengo un estado normal) para poder hacer, ahora sí, el selfie que llevo buscando todo el Camino ♥️. Ha merecido la pena el viaje.



Y con esto... se acaba este Camino. Dicen que el verdadero Camino empieza en Compostela. No lo sé. El tiempo dirá el poso que dejan en mí estos 23 días que no olvidaré jamás. Ni siquiera sé si podría responder a las preguntas que me hacían antes de partir: ¿Por qué lo haces? ¿Qué buscas? ¿Estás loco? (A esta creo que sí podría responder 😄). 

Porque al final, ¿qué es el Camino? Si le preguntamos a la RAE, nos dará varias respuestas:



Y sí, el Camino es todas esas cosas. Son esas sendas polvorientas que cruzan la vieja Castilla. Y los senderos pedregosos de los Montes de León. Y las corredoiras que suben al puerto de O Cebreiro. Los infinitos campos castellanos, los maravillosos bosques gallegos, las imponentes catedrales, las humildes iglesias de aldea. El amanecer inmenso de Foncebadón. Todo eso es Camino. Y también lo son las flechas amarillas, benditas flechas amarillas indicando la dirección correcta. Y lo son los albergues, hostales, lavanderías, restaurantes, bares y todos los mil y un negocios que han crecido al calor del Camino. Pero esa no es más que la parte material del Camino. Porque el Camino tiene alma. El "¡Buen Camino!", la sonrisa entre los peregrinos, tender una mano para ayudar a cruzar un paso complicado. Las miles de manos anónimas que pintan y repintan las flechas amarillas, y algunas veces escriben una palabra de ánimo, o una frase que te pinta una sonrisa o te emociona en lo más hondo. Las hospitaleras de Santervás que me dieron un café. Mi burrito Platero que vino a que le acariciara camino de Simancas. El hostalero de Pedrajas que me contó su Camino y me invitó a desayunar. Los callos de Trabadelo obsequio de Paloma. La misa del peregrino en Sarria, el día del cumpleaños de mi madre. El peregrino Juanlu, que me abrió las puertas de su casa para "dar de comer al hambriento". Edu "Commedia", que se vino corriendo a la iglesia de Santiago en Madrid para darme un abrazo y acompañarme un rato. Todos los que habéis estado al otro lado siguiendo mis aventuras y desventuras. Los mensajes de mis hijas. El apoyo indesmayable de Belén, mi chica, mi amor, que se vino hasta León para compartir un día y una noche con este peregrino, y ha compartido conmigo la emoción de llegar al Obradoiro. Todo eso es Camino.

Para mí el Camino somos los peregrinos y los que cuidan de nosotros. El Camino somos todos los que lo caminamos, lo sufrimos, lo disfrutamos, lo reímos, lo lloramos, lo sudamos, lo cantamos, lo rezamos. El Camino, en fin, somos todos los que, cada día, lo vivimos y soñamos.

Porque lo demás, caminante, son sólo estelas en la mar.

viernes, 21 de octubre de 2022

Todo es toro

Iba a titular esta entrada con el inicio del conocido refrán, pero francamente llamarla "Hasta el rabo" (con perdón), además de quedar muy feo, se iba a prestar a equívocos. Porque lo que quiero expresar no es hartura con el Camino (nada más lejos), sino que el nivel de esfuerzo y las dificultades no menguan ni el penúltimo día del Camino.

El día ha empezado temprano, es ya una costumbre. Pero esta vez hay una variación, y es que me he regalado el "homenaje" de un desayuno buffet libre en el Hotel Lux de Melide. Y ya sabéis lo que son estas cosas, que desayuna uno en un rato lo que no tomaría en casa en una semana. Empiezo en plan sano, un zumo y frutas variadas. Luego una tostada de pan gallego con aceite. ¿Y si le pongo jamón? Pues venga, otra con jamón. Mira, qué de quesos tienen. Pues un platito con un poco de cada. Y habrá que mojar algo en el café con leche, ese bizcocho tiene buena pinta. Y a este churrito no le voy a decir que no...

A qué seguir. Salgo aún de noche y llevo energía en el cuerpo como para ir del tirón hasta Finisterre 😅. Claro, al principio voy como una moto, saliendo de Melide otra vez atravesando bosques increíbles. En esta foto cuando ya iba clareando el día, se ven las dimensiones de los árboles comparadas con los minúsculos peregrinos.




Yo como siempre, me distraigo con el vuelo de una mosca (mira, casi las echo de menos) o el nacimiento de una seta.




Y voy caminando un día más con la felicidad pintada en el rostro.




Llego a Boente, tiene una pequeña iglesia dedicada a Santiago y está abierta, según me informa la persona de la puerta, "está abierta para vosotros, los peregrinos". Entro dentro de esta humilde iglesia, y ver la imagen de Santiago y pensar en mañana es todo uno, me emociono como no puedo expresar 🥲.




Pero es que me emociono igual caminando por estos bosques sin fin, llenos de magia y hermosura.




Y setas, ya os he dicho que me distraigo con cualquier cosa 😅.




Voy llegando a Arzúa, el día, aunque ventoso y desapacible, nos está regalando una tregua lluviosa que hay que aprovechar. El pronóstico anuncia precipitaciones fuertes, pero de momento el cielo luce con ese azul lavado por la lluvia que parece más azul.




Arzúa queda atrás y vuelta a sumergirnos en el bosque, a los consabidos robles y castaños se unen ahora pinos y altísimos eucaliptos, esos árboles con olor a resfriado.




¿He dicho ya que soy feliz en estos bosques?




Feliz, pero cansado. El recorrido desde Melide es un auténtico rompepiernas, continuas subidas y bajadas no dan un segundo de respiro. Y a mí empiezan a pasarme factura los 41 kilómetros de ayer, y los ya más de 700 que llevo en las piernas. Vamos, que se me aparece el cobrador del frac de los esfuerzos impagados, y me entra una pájara de campeonato. Me queda la mitad de la etapa y me siento agotado. Me como una barrita (a pesar del pantagruélico desayuno), pero no por gula, sino por aligerar la mochila que pesa como un muerto. Y encima el día se oscurece cada vez más...




Pero estas situaciones ya me las conozco. Hay que poner ritmo de supervivencia y tirar para adelante. Paso a paso voy recuperando no energías (eso a estas alturas no es posible), pero sí confianza en llegar. Y las anunciadas lluvias se retrasan, así que sigo ganando kilómetros en seco.




Al llegar a Boavista, me encuentro con el " Tía Dolores Bar", con una curiosa decoración a base de botellas vacías de cerveza.




¿He dicho cerveza? A lo mejor una me anima. Paso y me la tomo, a palo seco. Imagino a Belén en este momento levantando las cejas, porque ella sabe el efecto que me produce una cerveza con el estómago vacío (sí, tengo la tolerancia al alcohol de un niño de teta). Así que los siguientes kilómetros están algo borrosos. Sé que empieza a llover, de momento con poca fuerza, y que me pongo mi nueva capa de lluvia de última tecnología (2 euros en el chino), en la foto la sonrisa tonta me delata.




Y eso que no tengo muchas razones para sonreír, porque además del cansancio hoy los pies están sufriendo con las subidas y bajadas continuas, y juraría que se me está formando una ampolla en el dedo gordo del pie derecho 😩. Menos mal que ya estoy llegando a O Pedrouzo, faltan sólo 3 kilómetros, y parece que al final me voy a librar de la lluv...

A qué diré nada. Empieza a llover de repente como si se fuera a acabar el mundo. Entre la bruma de la lluvia me parece ver a un hombre de luenga barba meter dos animales de cada especie en un arca de madera, no os digo más.

Llego por fin a O Pedrouzo. Llueve tanto que me paso de largo el hostal. Tengo que retroceder sobre mis pasos en medio del aguacero, y poner punto final a esta etapa agotado, empapado y dolorido pero... a 19 kilómetros de Santiago. Jacobo, prepárate que te voy a espachurrar de un abrazo.

Y para acabar, le dedico esta foto que tomé hoy de una rosa zarandeada por el viento a mi hija Laura. Cuando las raíces son fuertes, ni el peor de los vientos puede con la rosa ♥️.




Buen Camino.







jueves, 20 de octubre de 2022

¿Monsieur Armand? Oui, c'est moi

Hoy la inopinada llegada de la borrasca Armand ha traído un día duro, apto sólo para tipos fuertes y duros de verdad, de los que no se arrugan ante nada. Desafortunadamente, esos tipos escasean más que los billetes de 500 euros, así que el día se ha tenido que conformar conmigo 😄.

Cuando asomo la nariz por la ventana de mi pensión son poco más de las siete de la mañana. La noche es fría y ventosa a orillas del Miño, pero despejada, porque veo brillar las estrellas, así que no me lo pienso mucho (se me da bien lo de no pensar 😅) y a las 7:45 estoy en la calle. Noche cerrada, pero ya hay algunos peregrinos en Camino. Los primeros kilómetros son cuesta arriba (hay que dejar atrás el Miño) por un negro bosque aterrador, hasta que va rompiendo el día y ves que es un bosque sin más 😄.




Vamos haciendo Camino, y al llegar a Gonzar ya se ve que el Cielo pinta feo. El ulular del viento es constante, tengo las manos entumecidas por el frío pero lo importante, la pierna, no dice ni esta boca es mía. Buenas noticias.




A la salida de Gonzar, hay un desvío (apenas 500 metros) para ver las ruinas de Castromaior, un castro de la Edad del Hierro. La horda peregrina pasa de largo, yo soy el único espabilao (qué es un kilómetro más o menos) que se pasea por los interesantes restos arqueológicos.




Cuando vuelvo al Camino, estoy más solo que la una. Los peregrinos madrugadores y poco amantes de la arqueología me han dejado atrás, y todavía no han llegado los que empiezan a caminar de día como las personas decentes. No me importa, mi única preocupación es vadear los "pequeños" charcos que ha dejado el aguacero de ayer.




Además de la arqueología, me distraigo con la micología, aquí un joven y bonito ejemplar de Lepiota (luego digo que hago distancia de más...)




Y si no, la botánica. Si este ejemplar de roble estuviera en la Comunidad de Madrid, estaría catalogado como árbol singular, con un cartel explicativo y tal. Aquí es uno más. Pero qué uno 😍.




Aunque me lo paso como un enano, eso no me impide ver que el día se ha tornado plomizo y la lluvia parece inminente. Tomo mis medidas, forrando mi persona y la mochila de material impermeable. Justo a tiempo, a las 11:30 empiezan a caer las primeras gotas. Selfie - man pone cara de "por los pelos".




Y ahora hay unas horas de la jornada de hoy en las que os tendréis que contentar con mi fluida prosa 😄, porque el aguacero hacía poco aconsejable sacar el móvil para hacer fotos. Camino bajo una lluvia cada vez más intensa. Peregrinos, pocos. A los que empezaron en Sarria pensando que esto era un paseo, se les está atragantando el Camino. Por contra, a mi sempiterno "Buen Camino" ya responden "Hola" o cuando menos emiten un murmullo de contestación. Vamos progresando 😊.

A pesar de que la credibilidad de la AEMET quedó ayer seriamente tocada, le echo un ojo a la predicción, y parece que entre la una y las tres monsieur Armand va a golpear con todo lo que tiene. Echo mis cálculos y veo que tengo tiempo de llegar a Palas de Rei cerca de la una. Decido parar allí a comer, y así evitar en lo posible las aguadillas del francés. Cuando estoy entrando en Palas, hay una caseta de información turística. El aburrido funcionario me saluda, me llama, me ofrece sellar. A pesar de que Armand me está soplando en el cogote, me paro, y mientras sello el funcionario me hace las preguntas de rigor: "¿Viajas sólo?" Sí "¿De dónde eres?" De Madrid, Rivas-Vaciamadrid para ser exactos. "¿Y viniste desde allí andando?" Sí. Alzamiento de cejas. Quizá la finalidad del cuestionario es evitar que les entre al municipio algún perturbado, pero extrañamente me deja pasar 😅.

Cuando entro en Palas, está cayendo un aguacero de padre y muy señor mío. Así que me meto en el primer restaurante con menú del día que veo. Es muy pronto, pero después de un paseo de 26 kilómetros algo de hambre tengo. Sopa de pescado, raxo con pimientos de padrón, tarta de Santiago, café... estoy estirando la comida cuanto puedo, porque fuera Armand se pasea por las calles a sus anchas, pero no puedo demorar la salida mucho más, y cuando el pronóstico dice que en una hora cesarán las precipitaciones, me digo que una hora puedo aguantar, y decido salir. Cuesta horrores dejar un lugar calentito y seco, pero salgo. Joder que frío. La lluvia y el viento me azotan, intento caminar deprisa para entrar en calor, apenas lo consigo, me echo a trotar 200 metros con el mochilón a cuestas a ver si así, ni por esas. Vamos, que me estoy ganando hoy la Compostela Laureada en Oro y brillantes. Poco a poco, mi maquinaria se pone en marcha, y un poco antes de lo que anunciaba el pronóstico, el cielo empieza a abrir. Oh la lá, au revoir monsieur Armand. Saco el móvil y dejo constancia de la vieira gigante de Casa Domingo en Ponte Campaña.





O de este abrazo vegetal, cual si de una serpiente se tratase.




O de bosques de ensueño, brillantes aún de la reciente lluvia, exhalando los aromas de la vida.





O de... bueno, de este.




No es fácil caminar después de la que ha caído, porque los caminos son "susto o muerte", o pisas barro, o pisas charco.




Sigo atravesando pequeñas aldeas, todas con su iglesita (y lo curioso es que el cementerio está adosado, cuando no rodeando, a la iglesia; para entrar al templo tienes que caminar literalmente entre las tumbas).




La vida se abre camino, me recordó aquel árbol camino de León...




Otoño. Ahora sí. Ni veroño, ni leches.




Y más setas, estos espantos tienen varios nombres, entre ellos el de "Dedos del diablo" que les va como anillo al dedo. Del diablo, claro.




Yo sigo pasándomelo en grande, me acuerdo de mi chica ♥️ y le mando un vídeo de esos míos chorreando almíbar 😄.




Ya nos acercamos al final, caminando por preciosas corredoiras a cual más bonita.





Y finalmente, el hermoso puente de Furelos. Al otro lado, a poca distancia, Melide, fin de trayecto.

 


Y en Melide, pues ya se sabe...




52 kilómetros a Santiago. No me puedo creer que pasado mañana esté allí. De momento mañana me acercaré 33 kilómetros más, hasta O Pedrouzo. Y con cada paso que doy, crece la emoción... 😊

Buen Camino 

miércoles, 19 de octubre de 2022

Sobre los campos llueve

Llueve

Detrás de los cristales llueve y llueve

Sobre los chopos medio deshojados

Sobre los pardis empapados

Sobre los campos llueve.


Hoy ha tocado la Balada de Otoño de Serrat. Me he despertado temprano, como todos los días, y he echado un ojo a la predicción del tiempo. Según la AEMET, a las ocho se espera poco menos que el diluvio, y a las nueve la cosa debe relajarse bastante. Decido entonces, como la etapa es corta, posponer mi salida hasta esa hora. Menos mal, porque con puntualidad exquisita, a las ocho cero cero un rayo ilumina la noche de Sarria, cual si fuera el chupinazo de los Sanfermines, y cuando retumba el trueno empieza a caer un aguacero impresionante. Desde mi ventana veo el puente que pasa sobre el río, y los sufridos peregrinos que lo cruzan bajo el chaparrón. Ah, haber mirado la predicción. Hago tiempo en la habitación, y cerca de la hora fatal bajo, me tomo un café y salgo a las nueve en punto. Llueve con fuerza, pero mi fe en la Agencia Estatal de Meteorología es inquebrantable.

Los primeros kilómetros hay que atravesar Sarria e internarse en el consabido bosque de nogales y castaños. Pero lo que ayer eran caminos bucólicos por bosques de ensueño, hoy son senderos oscuros que se internan en negros bosques de pesadilla, en los que apenas se puede caminar por la tierra encharcada y embarrada. Por supuesto, no hay fotos de esta parte del recorrido (os tenéis que conformar con mi cháchara), salvo este castaño que quise inmortalizar pero enseguida volví a guardar el móvil porque se estaba empapando.




Algo hay distinto hoy, además de la lluvia. Hay más peregrinos, se nota que en Sarria hay una inyección importante de personal. Y si hasta aquí diría que el 80% o más de los peregrinos eran extranjeros, porque casi siempre que les saludaba me respondían algo así como "Buon Caminouuu", los "novatos" son españoles en un 99%. Y todavía no han aprendido a saludar, ni a sonreír. Mi "Buen Camino" queda sin respuesta muchas veces 😕, demasiadas. Espero que el Camino tenga tiempo de enseñarles...

Según la AEMET, a las diez casi debe dejar de llover. Y efectivamente, a las diez pasa algo. Se abren las compuertas de los cielos y empieza a llover no a mares, sino a océanos, al tiempo que mi fe en la AEMET se diluye en el aguacero 😡.

Pero a eso de las once y media, deja de llover y hasta empieza a asomar el sol. Ocasión que no pierde selfie -man para hacer unas fotitos.






¿Y tu pierna, diréis? Sssssssss. Ni la mencionéis. De momento apenas molesta, está mucho mejor que ayer pero no quiero decirlo muy alto. Y mi ánimo está como estas flores tras la lluvia.




Al mal tiempo le pongo buena cara, pero es que con el Sol se ve todo de otra forma.




Seguimos atravesando zonas rurales, campos alfombrados de nueces, castañas, manzanas (algunas recojo y mordisqueo).





Y vacas rubias gallegas, estas estaban muy peleonas entre ellas, yo por si acaso hice la foto de lejos.




E incluso alguna bruxa de las que moran en estos bosques se ha dejado la escoba, debe estar preparando Halloween.




Entre medias, un hito. 100k a Santiago. Parece ya a tiro de piedra.



¡El Miño! El final de etapa, Portomarín. Y la pierna, ni mú 😊.




Despedimos la conexión desde la iglesia - fortaleza de San Nicolás. Mañana, última gran etapa, 40 kilómetros hasta Melide (Mellid en gallego). A darlo todo, como siempre.



Buen Camino.



Ultreia

Empieza mi último día en el Camino. Y empieza pronto, a las cinco y media estoy despierto con los ojos como platos. Me invade el cuerpo una ...